Periodismo I (descrédito)
La Asociación de la Prensa de Madrid pensó que esto era normal:
Y esto:
y esto, también:
Laura Vega no pudo impedir que un medio de comunicación se «colara» en su habitación en la Unidad de Daños Cerebrales de una clínica de Madrid para tomar fotografías de su estado físico. No lo pudo impedir porque está en estado vegetativo, en coma, desde el 11-M. Laura no pudo, por tanto, pedir a los representantes de «El Mundo» que abandonaran su habitación, que respetaran su intimidad y su voluntad de no querer salir en ningún papel. Desde aquella fecha, Laura depende de dos enfermeras y de su familia las veinticuatro horas del día.
Ayer, en el Tribunal, su hermano denunció los hechos. El pasado 11 de marzo, con motivo del tercer aniversario de la matanza, «El Mundo» sacó, sin su consentimiento y en un amplio reportaje, dos fotos de Laura «en su situación actual» y «aportaba datos y valoraciones sobre ella y mi familia que no se correspondían con la realidad», según el testimonio de su hermano. El día del reportaje dos periodistas se habían colado en el hospital asegurando al director del centro que querían hacer un trabajo sobre las Unidades de Daños Cerebrales de España. Cuando la información, que evidentemente no respondía a lo que «El Mundo» había dicho, se publicó, el hermano de Laura se puso en contacto con la periodista que la firmaba y la explicación que ésta le dio, según el entorno del joven, es que Laura «era un personaje público». (Publicado en ABC).
Pero que un humorista haga humor
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es una cosa muy grave para la Asociación de la Prensa de Madrid. El problema para la Asoación de la Prensa son los humoristas. Entre bueyes no hay cornadas; ni, entre cabestros, enculadas, añadía el castizo.
El presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Fernando González Urbaneja, dice algo insólito en su comunicado:
Wyoming será un ‘show-man’ pero la gente percibe que toda la televisión está hecha por periodistas
¿Escenas de matrimonio?, ¿Muchachada nuí?, ¿El día del Señor?, ¿qué televisión ve Urbaneja?
Wyoming también dice algo insólito:
No soy periodista en ningún caso. Periodista es un oficio, es una profesión.
No, mentira, profesión es una categoría sociológica que define una ocupación en la que hay unos estudios reglados, una puerta de entrada, un cuerpo de buenas prácticas y una institución capaz de decretar la expulsión en el caso de que éstas se incumplan. Abogado, ingeniero o médico son profesiones. Un oficio es otra categoría sociológica que define una ocupación en la que, aunque no haya unos estudios reglados, también hay un código de buenas prácticas que puede ser denunciado ante instituciones internas o externas. Electricista, cerrajero o teleoperador son oficios. Es decir, los familiares de Laura Vega, en coma cerebral por el atentado del 11-M, pueden denunciar al médico o a las enfermeras que atienden a su familiar ante los respectivos colegios y, si un tipo les arregla mal la lavadora o el director de su sucursal les carga una comisión de más, pueden ir a Consumidores. Sin embargo, no hay ningún sitio donde denunciar al periodista de El Mundo que se cuela en la habitación de su familar para hacer fotos.
El periodismo se desprestigia solo y se suicida solo. Si no se trata de explicar las cosas, sino de derribar al gobierno o apoyarlo, difundir vídeos o informes filtrados o colarse en las habitaciones de los enfermos, es algo que puede hacer cualquiera. Y cualquiera lo está haciendo.
PD: Escribe hoy Enric González:
Los gobiernos, las instituciones, los medios de comunicación convencionales, sufren una tremenda hemorragia de credibilidad. No hablamos solamente del poder político y de la prensa, o las grandes empresas industriales y financieras: hablamos también de algo tan básico como la escuela. Incluso el prestigio del conocimiento como instrumento de progreso muestra signos de deterioro. Cosas como la falsa bronca a una becaria de La Sexta y su desafortunada utilización en Intereconomía son una simple anécdota, significativa, pero anécdota, en un contexto inquietante: conceptos como verdad y mentira se relativizan.
Mientras la comunicación pública y los canales formativos e informativos tradicionales, que han funcionado como pilares de la sociedad moderna, pierden prestigio y, por tanto, utilidad, surge una nueva fe en la comunicación privada. Ahí está el éxito de Facebook y similares. O el nuevo servicio de Google que informa al usuario, al momento y de forma bastante precisa, sobre la localización de sus amigos. En cierta forma, estamos llevando lo privado hacia el terreno que solía ocupar lo público, y lo público tiende a desplazarse hacia la irrelevancia. Empieza a concretarse algo parecido a un tribalismo posmoderno.
Lo privado hacia el terreno que solía ocupar lo público. ¿Queda alguien que no haya salido en la tele?